Hace poco, comentaba con un usuario de la biblioteca el tema del plagio en la publicación científica. Salían temas desde la publicación de artículos casi copiados palabra a palabra de otro artículo anterior, como del envío del mismo manuscrito con pequeñas variaciones y diferente título a varias revistas, como la realización de una investigación copiando el método de otra anterior, llegando al mismo resultado y publicándolo como original. También comentábamos que a veces podría darse el caso de dos investigadores llegando a las mismas conclusiones casi al mismo tiempo sin tener conocimiento del trabajo del otro investigador.
¿Cuándo hablamos de plagio? La acepción más aceptada es la que define el plagio como aquella apropiación del producto intelectual de otra persona dando a entender o afirmando que es fruto del trabajo propio.
Os decía que uno de los comentarios que surgieron en la conversación era la de la reproducción de una investigación. De hecho, para que un estudio sea válido ha de ser reproducible. Cada vez que se reproduce un estudio y se publica se debería citar la primera investigación y aportar los resultados de manera que puedan apoyar o refutar las conclusiones de la original. Cuando se copia parte del artículo publicado por otra persona y se presenta como propio también estaríamos hablando de plagio. El plagio puede ser intencionado, pero también puede que nosotros mismos estemos plagiando sin saberlo. En el blog de Neoscentia (siempre de lectura imprescindible) tenéis más información en el post «Todo lo que necesitas saber para evitar el plagio en tu tesis«.
Pero ¿quién debe proteger a los lectores/investigadores de este plagio? Las grandes editoriales ya cuentan con herramientas para comprobar si los artículos que les llegan para publicar coinciden con otros ya publicados. No suele ser un software propio, que sólo podría hacer comprobaciones en sus archivos o en aquello que esté libre en internet, sino suscripciones a herramientas que se nutren de la información de varios clientes.
Aunque es imposible comparar con todo lo publicado hasta la fecha, la herramienta Similarity Check, de CrossRef (te suena porque también es una de las agencias de registro del DOI), tiene dos funcionalidades: por un lado cuenta con una base de datos a texto completo de las copias y material de archivo de los miembros participantes (editoriales y sociedades principalmente) y por otro acceso a la herramienta de comprobación de plagios iThenticate (de Turnitin). Los grandes grupos editoriales usan Similarity Check para comprobar plagios.
Habrá más herramientas, pero creo que lo ideal sería tener una base de datos en común donde consultar todas las publicaciones.
¿Pero qué pasa si sospechas que alguien te ha plagiado? Es muy probable que en algunas revistas depredadoras (tengo un post pendiente al respecto) no se haga una comprobación de plagio. De hecho en muchas ni siquiera hay una revisión por pares del artículo. Es posible que quieras utilizar alguna de las herramientas gratuitas que tienes en el mercado y que te permitirán introducir una cadena de caracteres que se comparará con infinidad de documentos en páginas web. No serán lo más fiable del mercado, pero algo pueden hacer. En la Universidad de Murcia han recopilado unas cuantas.
En fin, este es un tema complejo que daría para muchos comentarios, ejemplos y anécdotas. ¿Conoces herramientas útiles que quieras compartir? ¿Te plagiaron y te enteraste? Adelante, el apartado comentarios es gratis.