Uno de los servicios que ofrece la Biblioteca del Hospital de Torrevieja* es la de realizar búsquedas bibliográficas sobre un tema. Los usuarios de la Biblioteca tienen a su disposición un formulario que han de completar para solicitar la búsqueda. Dos de los datos más importantes son el tema de la búsqueda y una breve explicación. Yo no soy médico y muchas veces se me escapa la terminología, lo que puede mermar la relevancia de los resultados. Hay que tener en cuenta también los diferentes idiomas. Las búsquedas, por lo general, se hacen en inglés. Esto implica que hay que, primero, traducir lo que nos han pedido (que suelen pedirlo en castellano), saber qué significan los acrónimos que han utilizado, y si están en inglés o en español. Y si no han utilizado ningún acrónimo, saber si existe alguno que designe a esa enfermedad, síndrome, herramienta, procedimiento… ya que hay que contar con toda la información posible para comenzar a hacer una búsqueda completa.
La semana pasada me encontré con una entrada en un blog que me hizo sonreír y pensar: «¡A mí también me ha pasado!». La entrada se titula «Online Search Tools: Stump the Librarian? Maybe Not» («Herramientas de búsqueda online: ¿Desafío para el Bibliotecario? Quizás no»). En esta entrada, su autora Kathleen Crea, plantea las dudas surgidas a partir de una solicitud de búsqueda donde aparecía el acrónimo NASH y que podía tener diferentes significados según donde se buscara su definición.
Cuando recibo una petición de búsqueda, el primer paso es leerla detenidamente, adivinar -en la mayoría de los casos- qué es lo que pretende encontrar exactamente el usuario y ver con qué datos cuento según la definición que me incluyen en el formulario. Y luego sólo hay que pasar a la acción. Si la petición está en español el primer paso consiste en localizar los términos clave de la búsqueda, añadir los sinónimos y hacer la traducción al inglés. Para ello me suelo ayudar de la base de datos de descriptores en ciencias de la salud, del MeSH de PubMed y muchas veces también de los descriptores relacionados en un artículo que encuentro relevante (formato MEDLINE en el display de PubMed). También puedo echar mano de Google e incluso preguntarle al propio médico que me ha solicitado la búsqueda, para que me amplíe información sobre esta terminología (normalmente ya saben algo del tema, han leído literatura y pueden aportar algún término en inglés que no habían incluido en el formulario).
Hasta aquí, más o menos, la tarea de una búsqueda es sencilla. Lo complicado viene ahora: crear una estrategia de búsqueda según lo que necesitemos saber y la base de datos contra la que estemos trabajando. Como en todas partes, cada persona se va creando sus propios trucos a lo largo del tiempo, de manera que llega un momento en que parece que las estrategias «salen» automáticamente al leer una pregunta. También es verdad que la mayoría de las veces hay que lanzar varias preguntas o reformular la estrategia según los resultados obtenidos, con el fin de encontrar los artículos más relevantes a nuestra consulta. Conocer bien el uso de operadores booleanos, signos y símbolos, palabras clave y descriptores, e incluso utilizar diferentes herramientas para consultar una misma base de datos determinará el éxito de nuestra búsqueda. Pero ese éxito lo da, sobre todo, la práctica. Mucha práctica.
*Actualización: dejé de trabajar en la Biblioteca del Hospital de Torrevieja en 2012, pero no he dejado de hacer búsquedas bibliográficas.
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